septiembre 29, 2007

Testimonios en Sala de Espera, por Araceli Gil

Quisiera recomendarles este libro.
La semana pasada tuve la oportunidad de asistir al bautizo de Testimonios en Sala de Espera, escrito por Araceli Gil. y publicado dentro de los libros de El Nacional. El acto del bautizo fue muy bello y sentimental: Bolivia Bocaranda habló sobre lo que se siente al recibir la noticia de la enfermedad, o la cofradía que se desarrolla entre las mujeres que la sufren y como se apoyan. También habló Adriano González León, cuya esposa murió víctima de cáncer en Paris y revivió el triste proceso vivido. Araceli Gil decidió con valentía y mucha información luchar contra la enfermedad y ofrecer su experiencia en este pequeño libro de bolsillo, el cual recomiendo. Nos cuenta su experiencia y la de muchas otras mujeres que decidieron "dar la pelea" y demostrar que el cáncer no es una sentencia de muerte. Les coloco unos extractos de una entrevista que le hiciera Javier Conde en Tal Cual : "Diagnosticada con cáncer de mama, Araceli Gil entrega el relato de su experiencia vital, y la de otras mujeres, escrito mientras el miedo y la angustia se paseaban a su lado ...Testimonios en sala de espera, de Araceli Gil, un relato conmovedor, lleno de esperanza e incluso alegría, de quien un día, de sopetón, supo que la muerte respiraba a su lado. Un diagnóstico médico la sumió, de inmediato, en la desesperación, la llenó de rabia, y le mostró el miedo, pero, por encima o debajo de él, como escribe Millás, sintió la necesidad de contarlo. “Haber convivido durante largos días con mujeres que transitan el mismo camino (ella refiere 15 historias) dejó tan profunda huella que sentí la necesidad, imposible de evadir, de narrar...” .Al iniciar su tratamiento, en las horas monótonas de la espera angustiante, Araceli Gil comenzó a hacer anotaciones, sin saber su destino." "Sólo quería desahogarse, registrar su propio proceso interno pero pronto, sin darse cuenta quizás, otros rostros, nuevas voces, comenzaron a invadir su escritura, las de sus compañeras de infortunio, que como ella convivían con el terror, acrecentado desde el primer día que el altoparlante de la sala de espera anunció su nombre para la irradiación inicial. “Al cerrarse la puerta, imaginé estar encerrada en la bóveda de un Banco”, intimidada por las dimensiones de la unidad de cobalto. Cuarenta y cinco veces, de lunes a viernes, sólo con descanso los fines de semana, se repitió el procedimiento. Pero ni eso, ni el suplicio de las molestias posteriores, la atenazaron. El libro –sencillo, fresco, entusiasta, delicado- es un homenaje a las mujeres que junto a ella compartieron esas horas en la sala de espera y en las escapadas a la cafetería. Son textos que, como el brevísimo del Kursk, salieron a presión, sin saber si alguien los leería algún día. Las historias de Violeta, Gretel y Cecilia, la de Walter y el padre Roque, la de María de Los Angeles o lo más triste de Mariblanca, son el corazón y la savia del relato que luego Araceli, ya en reposo recuperador, embelleció con citas poéticas, información científica y recetas de cocina."

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